Un sueño profundo te invade tras la puerta sur de Angkor Thom. El mundo se detiene, no existe el tiempo, no hay inquietudes. Sudas emoción, te elevas, te emocionas, te sientes vivo.
Flotando entre estanques y bosques aparece él, Angkor Wat, la primera muestra de arquitectura y arte clásico Khmer. Infinito por dimensión y grandeza. ¡Te he deseado tantas veces! Y por fin te sentí.
Su reflejo hermoso sobre el estanque, cual bella doncella retocando su peinado. Con sus cinco torres, que representan los 5 picos de Meru, torres que forman parte de la bandera camboyana.
Con la sonrisa de un niño, te diriges al templo de Bayon a contemplar sus 54 torres decoradas con 200 caras sonrientes. Intercambió continuo de sonrisas, las que te regala el monumento con las que te roba.
Siem Reap es comercio, artesanía y danza. Es arte y tradición. Es fiesta, con su Pub Street y sus discotecas móviles.
El Reino de las Maravillas, ese pequeño país que al fin muestra calma democrática y orgullo por su bandera. Camboya es única y Angkor su alma.