Lo interesante de regresar a un lugar es comprobar cómo ha cambiado el destino y como ha cambiado uno mismo. Diez años no son muchos pero son suficientes para sentir esta ciudad de otro modo.
Londinium, ese asentamiento romano a orillas del Tamesis, se encuentra en plena revolución separatista a punto (a priori) de abandonar la UE. Un proceso que tiene dividida a la población de la ciudad y que no ha hecho más que llenar las calles de la capital de turistas que aprovechan la bajada de la libra.
Entre el brexit y las últimas pinceladas de fanatismo sufrido en la ciudad hace pocos días aterrizamos en un London agitado pero señorial, como de costumbre con su elegancia y buenos modales.
Con su monarquico Westminster, su templaria City, una longeva reina llamada Isabel y su alcalde islámico, Londres amanece cada mañana repleto de extranjeros desplazados realizando labores en hospitales, restaurantes, tiendas o simplemente foráneos que esperan su oportunidad. Avanza con paso firme sujeta a su bolsa y a los movimientos financieros de la City, uno de los pulmones económicos mundiales. Una City que se ha destruido y reinvéntado en dos ocasiones con motivo del gran incendio y la guerra y que muy posiblemente se vea afectada si se confirma la salida de la UE.
Londres es tradición y orgullo. Tradiciones que mantienen y cuidan sin titubear y orgullo que demuestran de ser británicos.
Combina las corbatas del "dress code" de la City con las crestas punkies y la juventud gótica de Camden. Fish and chips o pastel de carne. Pinta "barata" o un breakfast tea inventado en su día por Twinings para la reina. Un ir y venir de gentes, estilos e idiomas.
Londres es niebla y lluvia, aunque a veces como en nuestro caso sol, ese sol que cuando brilla traspasa a todas las casas por la tradición anglicana de no usar persianas.
Londres es izquierda, taxis y cabinas. Es música callejera, arte urbano y soberbios musicales.
Londres es Londres. C U soon!!