Todos los preparativos previos, vacunas y esfuerzo económico que supone este viaje adquiere sentido en cuánto cruzas el extrarradio de Nairobi y te encuentras la primera jirafa en libertad comiendo al borde de la carretera. En ese momento, la emoción te invade.
Se acumulan experiencias inolvidables e irrepetibles. Un Samburu (tribu del norte) te acompaña a tu habitación iluminando el camino con la finalidad de evitar los cocodrilos, un mono te hace burlas por el cristal mientras te das una ducha, una manada de elefantes rodea tu 4x4 como si fueras parte de su familia y así una larga lista de experiencias.
La vida animal te marca. La leona amamantando a su cría, un leopardo que se come un ñu, los buitres degustando los restos de cacería, las hienas buscando presa fácil o el hipopótamo durmiendo en su lago.
La pureza de las tribus y sus extrañeces te dejan anonadado. Una Masai (tribu del sur) sorprendida de ver su imagen plasmada en un iPad, un niño jugando con una piedra cómo si fuera el mayor de los tesoros, el cariño de los comerciantes artesanales que trabajan la madera o la sabiduría del ranger (guía/conductor) que te acompaña a lo largo de esta aventura.
Kenya te enseña a no necesitar WiFi. A no pensar en la TV, ni en las redes sociales. A valorar la necesidad de la electricidad (el suministro de luz en los hoteles está limitado). Kenya te abre las puertas de la naturaleza, cerrando la de zoo's, circos o shows de animales. Cuando ves una jirafa pasear airosa en libertad, no quieres volver a ver una jaula cerca de ellas.
El sol es mas rojizo, la tierra mas oscura y el aroma mas profundo. El atardecer en Amboseli con el Monte Kilimanjaro de fondo te secuestra la memoria, pidiendo como rescate regresar.
Y de eso se trata, de volver a ver ese atardecer.